El Universo de Hefesto

Proyecto documental multisoporte de Benjamín Alcántara, apoyado por el Sistema de Apoyos a la Creación y Proyectos Culturales. Secretaría de Cultura.


Pasar de los grandes acontecimientos y personajes a la vida de los anónimos, encontrar los síntomas de un tiempo, de una sociedad o de una civilización en los detalles ínfimos de la vida ordinaria, explicar la superficie por las capas subterráneas y reconstruir mundos a partir de sus vestigios… Lo ordinario se vuelve bello como huella de lo verdadero.  

                                                             Jaques Ranciére  El reparto de lo sensible

Bienvenidas y bienvenidos a El Universo de Hefesto un proyecto documental como testimonio del trabajo cotidiano de personas que realizan sus labores en el campo o talleres artesanales en diferentes regiones de México; un país donde no resulta extraño escuchar  referencias que hacen alusión a éste, como un  territorio donde permean la violencia y destrucción. En los Cantos Homéricos, Hefesto, hijo de Zeus y Hera, protector de los herreros y artesanos, se presenta como el dios dador de paz y productor de civilización. Haciendo honor a la deidad griega, estos hombres y mujeres que aparecen  retratados, muestran que es posible llevar a cabo otro tipo de labores  más tranquilas y sublimes que las impuestas regularmente por el crimen organizado y los sistemas de producción hegemónicos.

En todas las civilizaciones como herencia colectiva, sobrevive la raíz del mito. El investigador Guillermo Fernández señala que  seguimos reconociéndonos en los mitos porque éstos, mejor que un tratado científico, encarnan profunda y cabalmente nuestros deseos más recónditos, nuestra historia, nuestro destino. En El Universo de Hefesto vemos a gente humilde, no siempre pobre, organizándose para trabajar en tierras comunales así como en talleres familiares, ejerciendo oficios antiguos que han sido heredados por generaciones, preservando un sistema de transmisión de saberes e identidad colectivas a partir del conocimiento de los materiales, uso de herramientas básicas y destreza con las manos. Actos de cultura que se contraponen a la automatización, aceleración y acumulación de los procesos de producción industriales.

Estas formas arcaicas de producción nos remiten a los orígenes, a lo más básico y esencial del trabajo, en donde los conceptos de tiempo y realidad se perciben de maneras distintas, divergentes, ajenas a la norma occidental urbana. Los talleres artesanales y sus entornos se traducen en un factor importante de cohesión social, mediante rituales de trabajo, coreografías de movimiento y gestos de repetición que propician un ritmo diferente.

La actividad de las y los artesanos muchas veces es degradada debido a un objetivo utilitario que conlleva a que el producto final sea casi siempre el mismo. Aunque generalmente no están pensando en su labor como una práctica artística, encuentro fascinantes muchas de sus atmósferas y procesos de trabajo; igual de fascinante resulta el azar de toparme recientemente con el libro La Caverna, en donde José Saramago cuenta la historia de una pequeña alfarería y la lucha de sus dueños por sostenerla frente a la embestida de un enorme centro comercial. Tanto el alfarero de la novela Cipriano Algor como los artesanos a los que retrato en  la vida real, tienen en común la dignidad y generosidad de su actitud cotidiana frente a la vida, hecho conmovedor particularmente en un país como el nuestro, que si bien nos muestra con insistencia el rostro de la ignominia, nos permite asimismo, ver el espíritu noble de esta gente sobria y comprometida con su trabajo.