El trayecto inesperado

Textualmente una bitácora implica un registro del viaje, precisión en las coordenadas y las acciones realizadas durante un lapso de tiempo en el que se ha hecho un recorrido. Yo ubico en este caso la bitácora como instantáneas del deambular por estos lugares familiares pero a la vez muy extraños a mi cotidianidad. Estas imágenes pertenecen a una colección, una más dentro del cúmulo que integran este proyecto. Una que no contempla la necesidad de narrar una historia en específico, sino solo de compartir el acto de mirar durante mis diversos traslados de un punto a otro, en mi búsqueda de los personajes y sus espacios. Se trata de una presentación aleatoria de paisajes y situaciones de los lugares visitados, con la misma intención que encarna el proyecto. Esa que no está regida por un guión, por rutas establecidas, destinos muchas veces nunca pensados, sino lugares y personas encontradas en el viaje, de manera totalmente azarosa, como metáfora de nuestras vidas, que con rumbo aparentemente establecido, siempre nos sorprende con realidades nunca previstas. Son imágenes estas, de momentos que de una u otra forma me sorprendieron en el devenir del trayecto, muchas veces sin rumbo a través de diversas regiones de un país, que sin ningún pudor confieso todo mi amor y admiración, contenedor de realidades asombrosas y delirantes por sus contradicciones pero sobre todo por su indescifrable encanto y belleza en los detalles más simples de la vida cotidiana y en las personas anónimas que lo habitan. Esa ha sido siempre la motivación principal de todo mi trabajo más allá de establecer un discurso artístico, la intención fundamental siempre ha sido el encuentro con lo inesperado y sobre todo, la búsqueda perenne de uno mismo a través del otro, diferente pero siempre tan semejante.

Es así que puedo decir que el método principal de este trabajo es la intuición, poner a prueba aquello de lo que siempre dudamos, renegamos, nos distanciamos, esa misteriosa fuerza metafísica que no acepta explicaciones racionales sino simplemente devenires a los que quizá estamos predestinados.  En un mundo regido por el artificio, la productividad y la simulación, el acto de la contemplación sin ningún otro propósito más que el disfrute y asombro de lo cotidiano, se posiciona como un acontecimiento de resistencia y subversión.