Ladrillera de la familia Martínez
Es común vislumbrar ladrilleras cerca de las carreteras en diferentes regiones de México. Ya sea industriales o artesanales como es el caso de la que pertenece a la familia Martínez en el rancho La Esperanza, en Nopala, Hidalgo. En un viaje que realicé hacia Tecozautla, me encontré con un paisaje particular, ya que en medio de una planicie con ciertos árboles y algunas nopaleras, estaban una especie de construcciones rústicas de ladrillo rojo, con manchones negros típicos de los hornos tradicionales. Además, ladrillos dispuestos a lo largo y ancho de grandes extensiones de terreno, conviviendo con los árboles y lonas de plástico negro que los protegen de la lluvia, una vez que esperan a ser cocidos en los hornos. Otro elemento particular en el paisaje, son las llantas de coche que se usan como peso para que las lonas no salgan volando con el viento. Una de las fotografías que contiene esta galería, fue tomada con un dron, y se puede apreciar esta singularidad del paisaje. En la elaboración de ladrillos participa toda la familia, además de algunas personas que son contratadas por jornadas cuando se juntan los pedidos. Juan Manuel Martínez, el jefe del clan, tiene 86 años y sigue trabajando todos los días más de ocho horas, junto con dos de sus hijos y tres hijas, quienes según su propia apreciación, las mujeres son quienes trabajan mejor debido a que son más disciplinadas y pacientes, además que no toman alcohol como los hombres quienes por lo general su afición por el pulque y la cerveza, los vuelve menos productivos.
La elaboración del ladrillo artesanal está asociada generalmente a los sectores más pobres de la población, debido a que la gran mayoría de patrones, emplea a campesinos en diversos periodos del año en los que no están trabajando en el campo, por la característica de agricultura en estas regiones del país, que es de temporal. Sin embargo, en el caso de la familia Martínez, la ladrillera está dentro de la vasta extensión de terreno que posee don Juan Manuel. Cada uno de los hijos e hijas tienen su pedazo de tierra y cuentan con una pequeña construcción. Y este caso se repite en muchas familias rurales del país, quienes por herencia, reparto de tierras, trabajo cotidiano y remesas que envían los familiares que trabajan en Estados Unidos, cuentan con un patrimonio que ya quisieran la mayoría de la llamada clase media que habita las grandes urbes.








