Salinas de costa / San Jeronimito, Guerrero
San Jeronimito, población costera cerca de Zihuatanejo, tiene un significado especial para mí, puesto que ahí vivió mi papá con su segunda esposa por más de 20 años antes de morir en un hospital de la zona. En una de las tantas visitas que hice a su casa, me presentó a Gregorio Martínez, habitante destacado del pueblo, ya que es líder del ayuntamiento y predicador en la iglesia cristina del pueblo. Gregorio está casado con Isela Domínguez quien le ayuda en todas sus actividades, entre las que se encuentra la elaboración artesanal de sal.
Como es habitual en muchas comunidades del país, los pobladores se reparten ciertas porciones territoriales según sus leyes, ya sean ejidales, comunales, etc.En el caso de San Jeronimito, además de sus terrenos en el pueblo, la mayoría poseen porciones de tierra cerca de la costa para la elaboración de este ingrediente comestible. Mucha de la sal que elaboran sirve también para ganado.
El proceso de elaboración no es tan complejo, puesto que al ser agua de mar, no tienen que estar cambiando (lavando), el agua de una tinaja a otra para el proceso de cristalización. A diferencia de las salinas de Zapotitlán y otras de pozos minerales, estas salinas de costa no son construidas a manera de terraza, sino simplemente se dividen ciertas porciones de tierra y se cubren con plástico negro como fondo de la tinaja. Esto le da un aspecto no muy orgánico al paisaje, pero le brinda cierto misterio, ya que hay un evidente contraste entre el blanco de la sal y el negro del plástico.
El agua salada de un pozo cercano es bombeada con motor, y depositada en todos los contenedores. Lo demás es cuestión de tiempo para que el proceso de evaporación haga su trabajo.La labor más pesada para Gregorio e Isela es, una vez cristalizada la sal hay que juntarla, barrerla y amontonarla para dejarla otros días secando. Y ya que está totalmente seca, se limpia a mano y se mete en los costales para ser vendida a los comerciantes de diferentes partes de Guerrero.